En un viaje
reciente por España tuve la oportunidad de visitar el museo del pueblo gallego
en Santiago de Compostela, el cual recomiendo por cierto a quién se acerque por
esos lares. Y qué tendrá eso que ver con el Karate Do Koei Kan, se preguntarán
Uds. Pues bien, como dice el viejo refrán, en el lugar menos pensado salta la
liebre. Resulta que viendo las vitrinas donde se exhibían los instrumentos de
labranza que los campesinos gallegos utilizaban en sus labores agrícolas, en épocas
pasadas, me llamó la atención un instrumento muy parecido a lo que podríamos llamar
un Mega Nunchaku. En seguida saqué las consabidas fotos
y me puse a investigar un poco. Resulta que el instrumento en cuestión, llamado
Mallo (de mallar o golpear, en gallego) (Ver Foto 1), también se usaba para separar el grano
del cereal. Los tallos cortados de trigo, centeno o cebada se colocaban en el
piso, y el campesino, de pié, los golpeaba con el mallo repetidas veces hasta
lograr el objetivo (Ver foto 2).
Enseguida noté la similitud de propósito con los nunchakus en Okinawa, utilizados
en forma similar por los campesinos de esa isla en sus tareas.
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Foto 1
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Foto 2 |
Es curioso y
coincidental que dos civilizaciones tan diferentes, separadas por tantos kilómetros
de distancia, sin ningún contacto conocido hasta el siglo XVI, cuando bajo el
reinado del rey Juan III los primeros marinos portugueses llegaron a Japón,
hayan concebido un instrumento tan similar para ejecutar la misma labor. Siendo
Portugal, país vecino de Galicia, cabe pensar si fueron los portugueses los que
llevaron el mallo a Japón, y de ahí surgieron los nunchakus, pero eso es motivo
para otra investigación y para otro artículo.
También es
curioso que en Okinawa, motivado por la necesidad y las circunstancias, los nunchakus hayan evolucionado en su uso hasta convertirse en arma de defensa
personal, mientras que en Galicia el Mallo nunca pasó, que yo sepa, de mero instrumento
de labranza. Por supuesto que no habrá faltado el salvaje que le haya asestado
un mallazo por la cabeza a otro
congénere, en una disputa sobre el agua para regar los campos, pero eso, además de doloroso, debe haber sido
meramente circunstancial.
Me pregunto
que hubiese pasado si en Galicia se hubiese desarrollado una disciplina parecida al Kobudo y se
hubiesen utilizado los instrumentos de
labranza de la Foto 3 como armas de defensa personal. Habría habido algunas
bien intimidantes como la siniestra guadaña a la derecha de la foto, de por sí favorita de la que apaga la luz.
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Foto 3 |